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El internado lo mandó construir en 1947 Ismael Sáez Brahamonte, un empresario adinerado originario de España que había decidido empezar un negocio en una isla paradisiaca con la intención de ganar más dinero y hacerse de oro. Su idea fue clara desde el principio: El Internado Sáez sería un recinto educativo para chicos y chicas, que serviría para educarles y formarles de cara a una selectividad, una universidad y un futuro exitoso en todos los ámbitos de la vida. Todo el mundo tendría una visión empresarial panorámica y gozaría de prosperidad, cultura y conocimiento.

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Tardó cerca de prácticamente un año en estar totalmente construido y, aunque estéticamente no había quedado estupendo, era el único internado de la zona y eso implicaría éxito asegurado. Aún con esas expectativas, el primer año no fue ni mucho menos como el se esperaba. Hubo reservas, por supuesto, pero no ocupaban ni el 20% de la ocupación total del internado. Tras ese primer intento fallido se intentó nuevamente al año siguiente haciendo más hincapié en la publicidad utilizada. Poco a poco las cifras fueron creciendo y las ganancias se empezaron a notar algo más.

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El internado con Eduardo Sáez

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"La vejez y el cáncer adelantaron la herencia que recibió Eduardo Sáez, su hijo."

Cerca de tres décadas estuvo Ismael al mando de esta institución que, con el paso de los años, se fue haciendo más conocida por todo el mundo, especialmente en el territorio español. La vejez y el cáncer adelantaron la herencia que recibió Eduardo Sáez, su hijo, una vez que tanto el como su mujer fallecieron, dejando al joven como el nuevo dueño y director del internado.

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Con Eduardo las cosas cambiaron considerablemente. Su forma de ser y su actitud, influencia de un padre

que apenas estaba en casa y una madre diagnosticada de depresión y que veía en el alcohol la cura para todos sus problemas, propiciaron un cambio gigantesco en la forma de gestionar el internado. Mientras que Ismael buscaba la excelencia, por medio del trabajo y la disciplina con la intención de hacer gente de provecho y talentosa, Eduardo optó por una era de terror para ser respetado. Pensaba que si no intimidaba y se convertía en un auténtico tirano los estudiantes no le harían caso y no le tratarían con el respeto que les correspondía. Los castigos eran severos, las normas muy estrictas y la exigencia era desmesurada.

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Durante estas largas décadas por la mente de Eduardo Sáez pasaron muchas cosas: La primera de todas era la certeza de que sus métodos, aun siendo poco ortodoxos, eran eficaces, pues la media general aumentó considerablemente; La segunda era que prefería ser tildado de todo lo malo que se le podía a uno ocurrir, a que le llamaran mal profesional. De hecho, descubrió lo importante que era para él su trabajo y el empeño y la dedicación que le daba a ello, a lo que para él era su vida hasta que logró formar una familia; Y la tercera, que enseñaría a su hijo a ser igual de eficiente que él y mejor que su abuelo, mediante unos valores necesarios pero sin dejarse pisotear, llevándose a quien haga falta por el camino, tal y como había hecho él. 

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En 2002 se pasó el relevo con el hijo, el actual director del internado Sáez. Espero hasta el último día para jubilarse, pues decía que el trabajo le relajaba y tenía una especie de narcotico relajante del que no se quería desprender. No obstante, Jacobo Sáez le insistió y finalmente convenció para que se fuera del despacho de director y le cediera a él el mando. A pesar de los constantes intentos de hacer de su hijo una persona a su imagen y semejanza, Jacobo tenía una personalidad arrolladora, imposible de hacerle cambiar de idea y pensamiento, por lo que fue imposible moldearle para seguir los pasos de su padre que encima eran bastante opuestos a su forma de ver el mundo.

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El internado con Jacobo Sáez

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En lo que respecta a Jacobo Sáez, consideraba que el esfuerzo y la dedicación era la fuente de motivación personal. No veía el internado Sáez como una fuente de ingresos, ni como una forma de desfogarse y soltar la adrenalina acumulada. Usaba el internado Sáez para que la gente aprendiera, estudiara y, lo más importante, creciera como persona. Debían madurar, pero ello tenía un proceso. No se puede tratar a las personas como máquinas. Se puede buscar una buena calificación, de hecho él busca que sus estudiantes sean brillantes, pero sabe que para ello deben estar motivados de alguna manera y, su forma de entretenerles es hacerles ver que el internado es como su casa: Un sitio donde poder reír, divertirte, pasarlo bien...

 

Además, algo que implantó Jacobo que antes no existía fue las tutorías o psicologías con el alumno, en donde se trataban de buscar alternativas a cualquier problema que tuviera el muchacho en cuestión. Sin duda Jacobo resultó muy beneficioso y no fue hasta que empezó él cuando las ganancias del internado aumentaron considerablemente, siendo en 2006 el primer año en el que se tuvo que rechazar suscripciones por la cantidad de gente que ya había inscrita y que habían ocupado el aforo disponible. Comida de calidad, enfermería disponible las 24 horas del día, fiestas semanales y un sinfín de cosas más se fueron implantando en el recinto educativo para hacer de este internado un auténtico hogar.

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"Un gran número de material nuevo y disponible para estudiantes y profesores se instaló en el pabellón."

Se remodelaron todas las instalaciones, siendo una de las más importantes la compra de material escolar para la clase de gimnasia. Un gran número de material nuevo y disponible para estudiantes y profesores se instaló en el pabellón, volviéndose un sitio donde se podía y quería acceder no solo en horario lectivo, sino como actividad extraescolar.

Los viernes se apuntaban en el calendario porque eran los días en los que se organizaba una fiesta en el patio con un montón de comida, refrescos y música. Era el día más deseado por los estudiantes de todas la edades. El momento para olvidar los problemas y disfrutar de un momento de alegría y diversión en aquel lugar, al que todos los residentes llamaban hogar. Si ese día llovía o nevaba se ponía una carpa y si no al aire libre, pues normalmente el tiempo acompañaba. En las fiestas temáticas como Halloween o Navidad se personalizaba el internado y la propia fiesta dando una atmósfera acorde a la fecha en cuestión.

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"Los viernes se apuntaban en el calendario porque eran los dias en los que se organizaba una fiesta en el patio."

En el curso actual, el internado Sáez goza de una magnífica reputación, pues una vez que salieron las plazas para la reserva, éstas se agotaron en más o menos un mes y mucha gente se ha quedado fuera a pesar de los insistentes correos. Jacobo ha sabido darle un giro a la situación del internado, tomando las riendas y haciendo de este sitio un lugar mucho mejor. No se sabe cuánto le queda al director dentro del despacho pero es evidente que será difícil encontrar a un sucesor que logré implicarse tanto y hacerlo tan bien como Jacobo Sáez, el mandamás actual.

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