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"No hay nadie más temible como Baltasar. El gran malo de la historia, alguien a quien temerás y respetarás a partes iguales".
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Baltasar es un dios milenario que tiene apariencia de un hombre robusto en traje, ojos completamente negros y un aura negra a su alrededor, que se alimenta del terror y el odio de la gente. Un ser sobrenatural incorpóreo que adoptó esa forma humana y que se encargó de atemorizar y sembrar el terror allá donde iba durante siglos. Su poder es desmesurado, capaz de hacer enloquecer a alguien en milésimas de segundos, entrar en su cabeza y aniquilar todo resquicio de paz y alegría que tuviera y sumirlo en el caos más absoluto. Su poder era devastador y desmesurado.
Antiguas leyendas narran que el origen de Baltasar viene de los propios hombres. Con sus actos y sus malos pensamientos el aura negativa y la oscuridad se fue unificando poco a poco hasta que pudo tener conciencia por sí misma. Hasta que pudo actuar sin necesidad de alguien que lo provocara. Leyendas urbanas hay muchas, realidad solo una y, por ahora, es desconocida. Se ha intentado estudiar su procedencia, al fin y al cabo ni siquiera se sabe cómo aparecieron, quien los idealizó, la religión de la que provienen o en que cultura aparecieron. No existen pruebas fehacientes que revelen ningún dato de interés, tan solo habladurías de gente internada en manicomios, conscientes de haber tenido un careo con la propia muerte y haber salido con vida, pero pagando un alto precio: Su cordura.

"Se dice que Baltasar no necesita sus manos o invocar su poder de cualquier forma. El único requisito es imaginarlo."
Se dice que Baltasar no necesita sus manos o invocar su poder de cualquier otra forma. El único requisito es imaginarlo. Puede meterse en la cabeza de alguien a kilómetros con tan solo visualizarle. Es terrorífico.
Es consciente de que infunde más miedo si le ven emanar poder. Que antes de morir vean a su verdugo crear un aura negra y lanzárselo con saña... disfrutaba como un niño pequeño con cada actuación de terror hacia sus víctimas.
Se tiró durante años de aquí para allá sembrando catástrofes naturales, miedo y pánico a todo el mundo. No dejaba un solo terreno a su paso sin oscuridad y, en cuestión de relativamente poco (contando con que tenía toda la eternidad por delante) se hizo con un ejército de secuaces, entre los que se incluían demonios, druidas y brujos, que le ayudaron a causar una masacre mundial y asolar el planeta. Sin embargo algo o alguien le estaba frenando aquellos planes. Alguien enmendaba todo lo que hacía y curaba a la gente y sus ciudades. Era su antítesis, el motivo por el que no tenía plenos poderes y libertad. Debía poner fin a esa luz que le impedía llevar a cabo sus planes: Dominar un mundo de oscuridad y ser el rey de ese planeta entero.
No se sabe cuanto tiempo estuvo planeando la venganza por lo que pasó, por la Gran Guerra que tuvo consecuencias nefastas para todos ellos. Estaba seguro de que había arrasado con las tres cuartas partes del planeta, parte del cual estaba todavía sin explorar. Para fortalecer su poder edificó un edificio de oscuridad bajo tierra para planear ataques, destruir aliados o forjar algunos nuevos. De su castillo obtenía el poder, era su fuente de energía, su razón de ser y el motivo de su fuerza desmedida.

Baltasar dejó un rastro de destrucción a su paso, llevándose por delante innumerables vidas y países totalmente arrasados.
Sin embargo, sabía que debía ir a por Amanda por lo que decidió iniciar la ofensiva e ir al castillo de la luz para detenerla él mismo, sin necesidad de terceras personas o aliados incompetentes que dejaran algún cabo sin atar. Una pisada suya abría la tierra. Una palabra suya intimidaba al rival más temible. Una mirada suya aniquilaba. Sin embargo esa mujer era la única que le hacía frente sin preocupaciones ni miedos. Confiada y segura de que su enemigo caería ante ella, y esa impertinencia Baltasar no iba a dejarla pasar. Quería que suplicara clemencia, que la pidiera de rodillas perdón por haberle incordiado durante siglos enteros. Y lo que quería siempre lo conseguía.
Las tinieblas no se fueron del cielo durante siglos, durante la etapa oscura donde gobernaba aquí y allá con mano firme y sembrando el terror. Cegado por la ira de poder ver su soberanía marcharse, cargó contra Amanda sin saber las consecuencias que aquella hazaña traería tanto a él como a la diosa de la luz. Dos deidades colisionaron en un enfrentamiento nunca visto e imposible jamás de igualar. Una lucha sucedida hace tanto tiempo que ya debería quedar en el pasado, enterrada junto a las cenizas de los que lo padecieron en sus propias carnes. Pero Baltasar no olvida. Ni olvida ni pretende dejar las cosas como una vez acabaron. Él no ha dicho su última palabra.